La cursiva del corazón

Toulouse-Lautrec -- In bed  

Me desperté súbitamente. Como si en el piso de arriba algo se hubiera roto y el techo fuera a caerse. Sin embargo, todo continuaba en su lugar dentro de mi habitación. En mi cama, no obstante, con mi sobresalto había habido un movimiento de más. Y no era el gato. Nunca he vivido con animales. 
-¿Estás bien?
-Sí.

Abrí los ojos poco a poco. A través de las lamas de las persianas se filtraba una luz que apenas iluminaba una mano que se posaba en mi vientre. Noté su aliento contra mi nuca, sentí el calor de su cuerpo desnudo pegado al mío y me quedé hipnotizada mirando su mano sobre mi ombligo subir y bajar al compás de mi respiración, como si sus dedos fueran maderos a la deriva sobre un mar de piel. 
-¿En qué estás pensando?
-En nada -mentí.
Porque sí pensaba. Pensaba mucho. Quizá demasiado. Pero siempre había sido así y a él siempre le había gustado. También él antes hablaba más y por ello yo pensaba menos. Estaba todo por descubrir, quizá. Aún no nos habíamos enamorado, herido, olvidado, amado y vuelto a olvidar. 

-¿Qué somos?
-¿Qué somos de qué? -preguntó sorprendido-. ¿Humanos?
Quise reírle el chiste pero en un ataque de sinceridad me atreví a formular la pregunta que me rondaba. La cuestión culpable de mi desvelo.
-Tú y yo. ¿Qué somos? 
-¿Necesitas un nombre? -dijo cambiando el tono de voz. Intuyó que no era una pregunta al azar- ¿Es necesario, en serio?
-¿Tú no lo has pensado nunca?
-No.  
-Es que tú y yo -balbucí tratando de ordenar las ideas antes de decir algo de lo que poder arrepentirme después- No somos amigos. Tampoco somos solo amantes. No somos pareja. No somos solo conocidos. No somos nada y sin embargo, tenemos una historia.
-¿Y qué más quieres?
-Saber.
-¿El qué? 
-¿Qué somos?
-¿Para qué necesitas un nombre? ¡Es que no te entiendo! ¡Somos tú y yo!
-Para saber qué puedo esperar, qué puedo pedir, qué puedo ofrecer. ¿Y si lo que yo quiero es algo distinto a lo que tú buscas? ¿Y si lo que tú necesitas yo no te lo puedo dar? ¿O al revés?
-Hablamos. Nos queremos, estamos bien.
-Ya... pero bien no es suficiente. 
-No te sigo, mi guapa. ¿Qué quieres tú? ¿Qué crees que busco yo?
-No lo sé. Pero creo que hay una ecuación que no debe pasarse por alto. Si solo vamos a acostarnos, deja el romanticismo en la puerta. No hables de más, incluso no hables. No preguntes qué me pasa o en qué pienso; no me digas "cómo estás", no nos compartamos nada. Pero si por el contrario sientes algo más... necesito que cubras esa parte más que ninguna otra. 
-Pero... ¿y si no me sale?
-Si es lo que yo necesito... si es lo que yo quiero, y si me quieres...
-Yo no sé si sabré cuidarte.
Me giré y volví a cerrar los ojos. Me arrepentí de haber abierto la boca. Resultaba sencillo dejarse llevar por el deseo pero abrirle el alma y el diccionario de tus miedos a alguien, aunque ese alguien fuera capaz de acunar cada una de tus pesadillas, no era fácil. 

-Amigos con derecho a roce -dijo de repente.
-¿Sí? ¿Así subrayarías lo que formamos? -inquirí ofendida.
-¡Qué va! Ahora solo quería picarte un poco. Lo cierto es que me parece un absurdo buscar un nombre para un sentimiento que nos pertenece solo a ti y a mí. ¿Qué pasa? ¿Que si le pongo una etiqueta ya tienes un camino que recorrer o unos límites que puedes o no traspasar? No, mi guapa. No creo en eso. Nosotros va en cursiva.
-Entonces yo me pierdo.
-Ahora estás conmigo, estoy aquí. ¿A dónde has ido sin mí?

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La cursiva del corazón es única. Es un nosotros que no entiende de reglas, porque ninguna regla es válida para dos. Porque nunca dos personas distintas laten igual. 
Hace bien poco escuché esta pregunta:
-¿Habéis hablado de amor?

Hablar de amor... hoy pienso que hay que hablar de deseos, de sueños, de ilusiones. De caminos que uno quiere recorrer para abrir ventanas al otro y decirle, ¿quieres mirar?, o puertas, ¿quieres entrar? Pero no se puede hablar solo de amor. El amor para los poetas. Jugadores de letras que apuestan a la alquimia y ganan por su magia que se esfuma, imaginaria, irreal, ilusión óptica intangible e incierta. 

Hablar de amor... como si con palabras se pudiera describir un sentimiento. 
No importa quién seas, ni quién sea yo. Ese nosotros es único y nos pertenece aunque no nos lleve a ningún lado. Quizá ese viaje sin retorno sea ya una eternidad. 

-¿Estás más tranquila?
-Sí. 
-No te creo -rió-. Estoy seguro de que aún tienes más preguntas.
-Sí -reí-. Muchas más. 
-Te escucho.
-¿Quién quieres que sea para ti?
-¿Y tú? ¿Quién quieres ser?

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Basta escuchar una canción para que se activen algunas ideas y se conecten con cabos sueltos que oprimen el ovillo de lana de mi mente. Majaderías. Pensaderas. Me gustan las palabras que no existen y que para mí tienen un significado. 
Siempre seremos mucho más que lo que las palabras puedan expresar. Escribir tiene una parte muy visceral de esa búsqueda de expresión precisa y concreta de un sentimiento. Muchas historias y ninguna. Conversaciones captadas en otras frecuencias, dudas, miedos, seres vulnerables deseando amar y ser amados. 

Temazo, Si yo fuera otra de Marlango. Leonor Watling soberbia en esta canción.

"...ser el vino que te embriaga, la que enturbia tu mirada, 
ser el juez y la condena, ser la cura de tu pena, 
y ser todas las mujeres que has tenido y has amado metidas en mi piel..."

Aunque no encontremos las palabras, ¡qué bueno tener voz para expresarlas! 

pd: el otro día leí algo relacionado con la decadencia bloggera. Quizá el boom de los blogs ya haya pasado, no lo sé. No me importa. El caso es que para mí sigue siendo precioso pensar que quien te lee, tiene una forma de encontrarte. 

postdata 2: un buen amigo me ha enviado esta mañana este enlace para que me ría. El no sabía que yo andaba barruntando el tema de las etiquetas, y ¡tachán! Siempre pienso que las casualidades no existen. "Amigovio" de Itxu Díaz. La RAE está que se sale. Acaban de incluir este término (amigovio) en el diccionario. Alude a la “persona que mantiene con otra una relación de menor compromiso formal que un noviazgo”. Telita. Como dicen en los pueblos, "pa' mear y no echar gota".

y postdata 3: a propósito del texto de Itxu Diaz que comparto. Me alucina la gente que hace uso de los comentarios para volcar ahí su mala hostia. Y perdón por la expresión, pero que la gente dé un poquito de libertad de expresión, ¿no? Y si no te gusta, déjalo estar. Si aquello que vas a decir no beneficia a nadie, ¿para qué decirlo? La gente debería darse más cabezazos contra la pared antes de intentar dárselos a otro. Pero bueno, que me voy del tema.
Explota, explota mexplo... la cursiva del corazón.

Decía Wittgenstein, uno de mis filósofos favoritos: 

"los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo". 

Jamás estuve de acuerdo, porque si así fuera, ¿quién hablaría de amor?

Besosssss

Comentarios

  1. Y como te falta la cita cinematografica t invito a q veas Une nouvelle amie d Francois Ozon. Una estpenda peli francesa sobre las relaciones y li absurdo d las etiquetas. Muy recomendable

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    1. Hey!!! qué sorpresa verte por mi pisito!!! Gracias por tu visita y por la recomendación. La veré y la comentaremos.
      Un besoooo

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  2. para mí la cursiva siempre ha estado presente y probablemente me defina más que el subrayado o las comillas.

    Lo de amigovio suena a agobio en menor medida al del noviazgo o bodorrio.

    La necesidad de definir acaba por ser la manera de encasillar. Difícil para los gatos

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    1. Desde luego, Plebeyo, que lo tuyo son los triples tirabuzones, jeje, ¡cómo hilas siempre las historias!
      A mí también me sonaba a agobio, a algo horrible, ¿verdad?
      Encasillar, creo que es una buena lectura. Étereos somos, ¿no? Indefinibles.
      Besosss

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