Temporales y des-perfectos

Fotografía: Estitxu Ortolaiz


Dijiste que me invitabas a comer, que no te apetecía hacerlo solo y yo, ilusa como siempre, te esperé puntual en el restaurante donde me citaste. Nada más verte dar la esquina, empecé a tragar saliva. No esperaba, como si no te conociera bien, que ya vinieras con un plan mejor.
Me hiciste un gesto con la cabeza para que entrara, sonreíste simulando empatía y te sentaste una vez más frente a la televisión, por si fuera poco.
Un chico joven que comía en la mesa contigua me deseó "buen provecho" y me dedicó una cálida sonrisa. Te miró y bajó la cabeza después. Eso solía hacer yo. Bajar la cabeza. Siempre. Día tras día.

-Perdona, cariño, me llamaban del trabajo -dijiste excusándote al cabo de cinco minutos.
-No pasa nada -mentí.
-¡Parece que no pueden vivir sin mí en la oficina!

Sonó de nuevo el teléfono y atendiste sin siquiera atender al camarero que tenías delante. Con un gesto de la mano me indicaste que te pidiera el menú del día y yo, como boba, volví a transigir. Mientras hablabas con tu interlocutor, mirabas la televisión. Estaban repitiendo las mejores jugadas del maldito fútbol y yo te observaba como si tú fueras mi espectáculo, acabado. Solo que yo no había ido al túnel de vestuarios cuando se pitó el final. Te miraba.

-Perdona, cariño, si mandara yo, esto se iba a acabar.

Mastiqué la carne y la tristeza sabiendo que se me hacía bola. Tú engulliste el almuerzo a una velocidad inusual porque estabas esperando una llamada (¡otra más!) y no querías que se te quedara frío el plato. Sonreí. La que estaba fría era yo.
En cuarenta minutos lo único sincero había sido mi vergüenza y mi rabia. El chico de al lado, más que indiscreto conmovido por la escena, buscó con su mirada la mía, para volver a sonreírme. Al menos constaté que no era invisible para todo el mundo. Que algunos me veían. O todos menos tú.
Cuando él se levantó y me dio las buenas tardes, tú le miraste con mala cara por la intromisión en nuestra mesa.

-La gente ya no sabe respetar los espacios de los demás. ¿Lo conoces?
-No.

Pero bien podría haber dicho que sí. En los últimos cuarenta minutos ese hombre sabía más de mí que tú. Con cada cucharada de sopa había absorbido también mi pena y había degustado mi soledad, y todo en silencio, como se suceden los sentimientos, con miradas que traspasan la piel. Sin la necesidad de vociferar logros y victorias, agendas apretadas o mil ocupaciones. Deteniéndose ante quien tienes delante y mirándolo.

No supe qué decirte cuando me reprochaste haber estado muy callada durante la comida. Estaba demasiado acostumbrada a aceptar que tus quehaceres ocupaban la mayor parte de tu tiempo y que tu trabajo requería de todo tu esfuerzo. Me sabía de memoria la retahíla de que el dinero no cae del cielo y que yo no aportaba ingresos suficientes al núcleo familiar...
Curiosa palabra "núcleo". En nuestro caso el núcleo podía reducirse hasta el átomo simple que formabas tú contigo mismo.

-Ten cuidado ahora con el temporal cuando vayas para casa -me dijiste señalando tu coche, sin ofrecerte siquiera a acercarme-. Tengo una reunión, cariño. ¿Te has fijado en los desperfectos?
-Me ha bastado comer contigo.

Frunciste el ceño y diste un portazo que gracias al ruido de las olas rompiendo contra el espigón, no pareció tan brusco. La naturaleza era más sabia y más potente que tú. Te fuiste haciendo chirriar las ruedas y yo observé el mar embravecido y me perdí en mis pensamientos. A la hora de la cena llegarías a casa y yo, im-perfecta y des-perfecta, tendría tu plato caliente, porque una invisible lealtad a ese "núcleo familiar" me obligaba a permanecer a tu lado, aun sabiendo que algunos destrozos, ni con el mar, ni con el buen tiempo, se restaurarán.

-----------------------------------------------------------------------------

Hay historias que nacen de imágenes e imágenes que alimentan historias. Esta tarde el chico de esa mesa de al lado me ha contado este escena.
-¡No entiendo que ella no se haya levantado o le haya tirado el vaso de agua en la cara! Tipos así se merecen eso. Grosero, maleducado, ¡qué triste!
Y yo me he quedado pensando en todos los bloques de hormigón que nos anulan de tal forma que nos quedamos clavadas en una silla, porque no tenemos fuerza para levantar todo el peso que hemos empezado a pesar.
-Lady, me he acordado de cuando me dijiste que lo primero que haces al entrar en un bar es ver dónde está la televisión para saber dónde colocarte.

A día de hoy, una se siente ligera y mira al mar sabiendo que es de locos asomarse cuando hay olas que pueden arrastrarte mar adentro. Y sonríe, porque la vida sigue regalándonos historias por compartir.

Gros. Donostia 10.02.2016
Gros estaba impresionante esta tarde. Arena en las aceras, las olas rompiendo contra el puente del Kursaal, el ruido ensordecedor y al mismo tiempo hipnótico... Bloques de piedra por doquier y la gente rodeándolos o sacándoles fotos para enviarlas por whatsapp. Momentos, escenas y pleamares de invierno. Temporales y desperfectos.



Mi querido Bunbury se unió a Jeanette para cantar este temazo. Frente a frente. Es la canción perfecta para esta historia.

"Queda poca ternura, y alguna vez, haciendo una locura, un beso y a la fuerza.
Queda un gesto amable para no hacer la vida insoportable y así ahogar las penas, solo eso queda.
Solo quedan las ganas de llorar al ver que nuestro amor, se aleja.
Frente a frente bajamos la mirada, pues ya no queda nada de que hablar, nada". 

Gracias a quienes compartís conmigo vuestras ideas, a quienes me leéis y a quienes apoyáis mis temporales y desperfectos. Gracias a Estitxu, fotógrafa hondarribitarra a la que tanto admiro y que me ha prestado una de sus imágenes para ilustrar este texto. Os dejo su página para que veáis su trabajo y la conozcáis. A mí me encanta y me encanta aún más, haber coincidido en este espacio tiempo con ella. Milesker, Estitxu.

http://www.estitxu-ortolaiz.com/


Besos. Muchos. Y buenos besos.
Abrid los ojos, ¿vale?


Comentarios

  1. ¡Joder!, yo venía a soltar la parida habitual y resulta que me encuentro con este texto redondo. Y cuando iba a ponerme serio, como soy un cadáver disperso, he visto la casita de Estitxu y me ha entrado la curiosidad insana. La verdad es que tiene una casa con muy buenas vistas, pero cuando he entrado en su apartablog me ha entrado un hambre de muerte y he tenido que prepararme un bocadillo de imágenes que alimentan. Creo que habéis urdido una conspiración para acabar con mi línea apolínea, esto no os lo perdono.

    Un muro de besos cabizaltos.

    ResponderEliminar
  2. ¡Wow, Mr! Viniendo de ti es un piropazo, gracias.
    La verdad es que el apartablog de Esti vale mucho la pena, como tu ático con vistas al infinito.
    Arrieros somos y en el camino nos encontramos.

    Sin levantar muros, levantemos tan solo los besos.
    Cuídese.
    Lady.

    ResponderEliminar
  3. Sin palabras me hallo....

    Aunque es cierto que la palabra nunca ha sido mi fuerte....

    Tan sólo consigo agradecer los cumplidos, y de manera poco original....

    mil gracias! Me habéis alegrado el día

    Besos

    Esti



    ResponderEliminar
  4. La violencia de género empieza en la emisión de una televisión y el silencio de un plato apurado tras un sonido electrónico

    Gran relato.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Mr. Plebeyo. No lo había introducido como un relato de violencia de género, sino más bien como un relato de la cotidianeidad y asunción del destino, como si fuéramos marionetas y no protagonistas de la obra.
      ¡Toma ya reflexión! Jaja. Gracias por leerme, siempre.

      Eliminar

Publicar un comentario

El arte de compartir reside en ofrecer aquello que posees; en este caso, me basta una de tus ideas o tus pensamientos. Una palabra. La mía es: GRACIAS