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De la red. 
María lo tuvo claro desde siempre. Quería entrar en ese mundo de focos y bambalinas, vestuarios, sudor y fama. Sabía posar, sabía sonreír, tenía un cuerpo que llamaba la atención y, ante todo, la firme voluntad de entrar.

-Nena, sabes de qué va esto -le decían otras aspirantes apostadas a la puerta de atrás de turbios locales o exclusivas barras de bar-. Si quieres entrar, te va a costar. Esto no es para mojigatas, ni para románticas dulcineas. Esto es ser una furcia pero con glamour. Sin que se note. Pico y pala o pintalabios y condón. Llámalo como quieras.

María no olvidó jamás esa frase. Durante muchas tardes de infructuosa espera, muchas otras sucumbían en llantos porque "él" había pasado sin mirar siquiera, porque "no conseguiría nunca que se fijara en ella"... Y María, calmada, esperaba sin decaer. Porque a ella le daba igual quién. Ella solo quería entrar. Su cuerpo estaba diseñado para el placer, daba igual quién lo usara, siempre y cuando el lugar fuera el idóneo. Y la continuidad, también.

Su madre desde pequeña le había repetido hasta la saciedad aquello de "se han juntado el hambre y las ganas de comer", y ahora que huérfana esperaba quien la alimentara, lo recordaba ansiando encontrar entre los rostros de los múltiples artistas y deportistas, la mirada que acallara el rugir de su estómago hambriento.

Con él fue fácil. Tropezaron "casualmente" en la entrada de un garito donde solo dejaban entrar a los VIPs, y su sonrisa abierta y su escote aún más abierto, abrieron el apetito de aquel músico que, muy conscientemente, la buscaba.
-Llevas tiempo viniendo por aquí.
-Sí, es por ti -mintió María.
Entrar suponía que primero la tenían que meter. Ser sumisa, ser obediente, ser invisible y tan visible como él deseara; ser etérea y ser, sobre todo, una amante de primera, insaciable y complaciente, eran los requisitos que tenía que cumplir para permanecer a su lado. Unas normas no pronunciadas, un pacto tácito que María siguió a rajatabla porque le interesaba.
Y a él durante un tiempo también. Porque el éxtasis no entiende de banderas ni de colores, gira en espiral y cuando se detiene, apunta hacia otro lado. De la noche a la mañana, él ya no buscaba sus pechos, ni sus orgasmos, ni su sombra. El acuerdo se había roto también sin palabras, como si el nuevo tropiezo también entrara dentro del plan inicial. Y nada de numeritos. Haber entrado implicaba formar parte de quienes firmaban la ley del silencio, la doble moralidad. Las tres pautas: ver, oír y callar.

"Nena, furcia pero con glamour. Pico y pala" recordaba entonces. Y ajustándose otro mini-vestido imposible volvía a los viejos lugares de antes a esperar un roce causal, un guiño, una puerta abierta. Y el tiempo pasó y por ella pasaron muchos, días, meses y relaciones sin trascendencia que la habían dejado en el mismo lugar, con las piernas y el hambre igual de abiertas.

La casa estaba vacía, la nevera también, y su futuro había llegado y no estaba donde había imaginado que estaría. Su casi inexistente candidez le hacía preguntarse qué había podido fallar en su plan, por qué no lo había conseguido, o por qué cada fusión había sido tan fugaz.

Se acostó desnuda acariciando un cuerpo que ya no le pertenecía. La cantinela de su madre resonaba en su mente: "el hambre y las ganas de comer". Y como si de las piezas de un puzle completándose se tratara, comprendió que lo único que puede ocurrir cuando se juntan ambos, es que se sacien y se olviden. Nada que se busque por necesidad puede fructificar.

Al día siguiente volvió al primer bar. El jefe de seguridad hasta la llamaba por su nombre:
-Hola, María, ¡cuánto tiempo! ¿Estás esperando a alguien?
Con una amable sonrisa llegó a la barra sin responder. Flanqueada por dos mujeres que esperaban como ella un futuro con más glamour, pidió un gin-tonic.
-Con mucho hielo.
Casi inadvertida, en una zona muy mal iluminada, dos jóvenes con los ojos muy abiertos vigilaban todo movimiento en el local, sobre todo cuando se abrían las puertas. Se daban codazos cuando uno u otro pasaban a su lado.
María reconoció la escena, y se dio cuenta de que en todos sus años de búsqueda, a ella le había faltado esa pasión. Sin tomar ni un solo trago, pagó y se marchó.
-¿Ya te vas, María?
-Sí, no me encuentro bien -le respondió al jefe de seguridad que continuaba en la entrada del local.
-Te he pedido un taxi.
-Gracias, adiós.

María llegó a casa y durmió.
Él, en cambio, supo que no la volvería a ver más, y lloró.

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El deseo es un camino sinuoso. Tiene poco de realidad, todo está en la mente, en la capacidad que cada uno tenemos para imaginarnos cualquier cosa. Hay quienes desean un futuro mejor, un trabajo, una pareja, hijos, dinero, ser más delgada o más alta, tenerla más grande, más pequeña o incluso doble... ¡Se pueden desear tantas cosas! "La imaginación es un cielo infinito" escribí una vez.

Pero creo que NO HAY deseo más poderoso y más tangible que el de un abrazo. Uno de esos abrazos que saben a casa, a guarida y refugio, a AMOR con mayúsculas. Un abrazo de esos que te recolocan y te devuelven el sentido cuando lo has perdido. Un abrazo de esos que solo pueden darte quienes te quieren de verdad y al acercarse, reconocen tu olor y tú respiras de nuevo el suyo, envolviéndote en la atmósfera que su oxígeno te proporciona. Un abrazo sin preguntas que contiene todas las respuestas.

En este mundo que cada vez está más loco, donde se mata indiscriminadamente en nombre de Dioses, estados y posesiones, donde se permite abandonar a su suerte a miles de personas mientras en los despachos se rellenan expedientes en blanco y se siguen repartiendo cartas en la partida, cualquiera con un poco de sensibilidad desea el contacto físico, el abrazo que colme el alma. La soledad se cura con abrazos. La tristeza también. No tengo receta para este mundo.

Oleo de Cris Alvarez. Argentina.
Mientras una parte del mundo llora la realidad, otro parte se acicala para salir en busca de sus tesoros. Patético todo lo que se puede leer en Twitter, la frivolidad con la que algunos transitan por la Tierra y las televisiones. Vueltas y más vueltas sin comprender absolutamente nada. Y en mi caso, sabiendo que mi única arma son mis letras y mis brazos.

Me inspiran quienes intentan hacer el mundo un poco mejor por las buenas. Con su arte, con sus palabras, con sus actos. Me inspiran quienes abrazan, y quienes, cuando no soy capaz de encontrarme entre tanta confusión, me colocan el gps en el corazón.

No puedo poner otra canción para esta entrada que no sea de The Beatles. Don´t let me down. No es que me guste, es que me abraza.

Un beso, el primero que os mando en primavera. Que florezca, como vosotros, y yo misma.
Hasta más leer y por favor, sed buenos y abrazad el lado bueno de este mundo, va... que solo es un ratito.




Comentarios

  1. La terapia del abrazo propicia que hasta la rotación se detenga por momentos.

    En este mundo de locura y apariencia la realidad se reduce a instantes que puedas considerar auténticos

    besos

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  2. Vengo a devolverte la carcajada. Bueno, no. Tu carcajada me la quedo en la caja fuerte y a cambio te doy una mía, un intercambio de estos de economía moderna.
    Voy: JAJAJAJAJA…iiihhjaaa (vaya, me ha salido Loreto Valverde)
    He terminado El Veto. Me ha encantado pero me ha dejado un poso triste, me había encariñado con ese pueblo. Hasta he intentado ponerlo en el mapa y creo que has hecho un poco de trampa, o de magia.
    Un beso primavero y un abrazo, si no físico, al menos mental. Un abrazo de corazón.
    Me voy a la cama que no son horas.

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    1. ¡Oh! Dicho y hecho, Mr. Muchas gracias. Es que El Veto es un lugar que inspira bueno, como que drena. Existir, existe, pero con otro nombre y según cuentan los que lo conocen, me debió de salir bien la descripción.
      Lo del horario no me extraña, desde que nos leemos, siempre anda jugando con las agujas. Así que no se pinche, Mr. Y gracias una vez más, de corazón.
      Muaks!

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  3. El abrazo según se reciba es bienvenido. Me recuerdo una vez vinieron de visita a Guatemala, una linda familia francesa. La esposa era una mujer alta y fuerte y cuando daba un abrazo verdaderamente abrazaba, te sentías protegida por ella era ¡Tan fuerte el abrazo! Que yo, a pesar de ser alta y algo fuerte me sentía indefensa frente a ese reconfortable abrazo que daba. Es igual que cuando te da la mano cuando te saludan, que lindo es sentir un buen apretón de manos y no sentir que la otra mano casi no pasó por la tuya.

    Lady, me encantó leerla.

    Un fuerte abrazo.

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    1. Lady Indie Red...
      Yo te abrazaría igual de fuerte que la mujer francesa que te visitó.

      Un abrazo transatlántico.

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  4. Me ha gustado tu relato sobre las grupis, real y triste, un ejemplo más de la superficialidad que nos rodea. Algo estamos haciendo mal cuando la cadena de televisión con más audiencia es Telecinco.

    Un saludo y un abrazo

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    1. Disculpa que no te haya respondido antes. Gracias por tu visita.
      El domingo una persona muy cercana a mí extrañó aquellos tiempos en que solo había dos canales. No sé si esa es la solución, pero desde luego, que Telecinco sea la de mayor audiencia, es para pegarse un tiro.

      Un abrazo.

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